Por Jorge Scudero

En los ’90, el menemismo supo construir una ilusión. Con la convertibilidad, los argentinos podían viajar a Miami y volver con valijas llenas. “Deme dos”, se volvió el mantra del consumo enloquecido de una clase media seducida por la ficción de riqueza. Mientras tanto, la industria nacional se desangraba, las pymes cerraban por miles y el desempleo escalaba a niveles impensados. Hoy, con otros ropajes, Milei está repitiendo el experimento. Y lo peor: con la misma torpeza suicida.

Los datos son irrefutables. En los primeros tres meses del 2025, las importaciones de bienes de consumo crecieron un 48%, mientras que la actividad industrial cayó más del 5% interanual. Sectores como el calzado, los textiles y los electrodomésticos ya están en estado crítico. Las cámaras empresariales no saben cómo mantener a flote sus plantas con tarifas dolarizadas, salarios deprimidos y una competencia externa desleal. ¿Y cuál es la respuesta del Gobierno? Ninguna. Porque este es el plan.

El paralelismo con los años ’90 no es solo estético. Durante la convertibilidad, el uno a uno se sostuvo primero con los dólares de las privatizaciones. Cuando eso se agotó, vino el endeudamiento. Cuando ya no hubo quién preste, el modelo colapsó. Ahora Milei no tiene empresas estatales que vender —ya lo intentó con Aerolíneas, con Enarsa, sin éxito—, pero acaba de firmar un acuerdo con el FMI por 20 mil millones de dólares. Son los dólares frescos que necesita para seguir sosteniendo la ficción. Pero eso también se va a agotar.

¿Y después? Después viene el derrumbe.

La pregunta no es si el modelo va a estallar, sino cuándo. Milei se está comprando tiempo con deuda, como lo hizo Menem, como lo hizo Macri. Pero las consecuencias las vamos a pagar todos. Cuando se terminen los dólares del FMI, lo que quedará es una economía devastada, sin industria, sin empleo, sin reservas y sin futuro.

El mileísmo no vino a estabilizar nada. Vino a saquear con método. Y lo está haciendo con una sonrisa, con cadenas nacionales en YouTube, y con una narrativa que disfraza de épica lo que no es más que un saqueo planificado.

El “deme dos” de los ’90 terminó en el 2001. El “deme dos” libertario, si no lo frenamos antes, puede terminar peor. Y entonces, la gran incógnita: ¿llega Milei a las elecciones en una situación mínimamente estable y con oxígeno o el modelo colapsa antes?

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