Por Jorge Scudero

El modelo económico de Javier Milei es inviable. Así, sin matices ni rodeos. No se trata de una crítica ideológica ni de una disputa partidaria: los números, las consecuencias sociales y los propios fundamentos del plan económico lo demuestran. No hay programa de crecimiento, no hay estímulo a la producción ni a la industria, no hay redistribución ni inversión pública. Lo que sí hay es ajuste brutal, endeudamiento externo y una economía de casino para los amigos del poder.

La supuesta “recuperación de reservas” del Banco Central, que el gobierno vende como un logro, no es más que un inflador externo: los dólares no vienen de exportaciones récord ni de inversiones productivas, sino del oxígeno prestado por el Fondo Monetario Internacional. Un prestamista ya conocido por estos lares que exige sangre a cambio de cada centavo. Lo que hace Milei con esos fondos no es recomponer la economía real ni generar dólares genuinos, sino estirar la mecha de una bomba de tiempo.

Mientras tanto, se promueve el carry trade: los capitales especulativos entran, aprovechan tasas altísimas, hacen la bicicleta financiera y se van con ganancias en dólares, sin dejar nada al país. Una fiesta para pocos que se paga con el empobrecimiento generalizado del pueblo argentino. Hay menos trabajo, menos consumo, menos industria y más desigualdad.

Los amigos del poder hacen negocios. Los fondos buitre aplauden. Y el pueblo paga.

Para colmo de males, mientras en el mundo predominan las guerras devaluatorias y arancelarias entre países, Milei abre nuestras fronteras a productos extranjeros, con un dólar pisado que beneficia esas importaciones y perjudica el compre nacional.

A esta altura, ya no hay margen para el beneficio de la duda. El modelo Milei no es un error de cálculo: es un proyecto de saqueo y va a terminar mal. Su objetivo no es sacar al país adelante, sino entregarlo. Y lo más grave es que mientras eso ocurre, se acumula una nueva deuda impagable que hipotecará el futuro de varias generaciones.

Pero incluso en medio de esta noche oscura, hay razones para la esperanza. Porque el daño es tan profundo y el fracaso tan inevitable, que será muy difícil para la derecha convencer nuevamente al electorado luego de ponerse, una vez más, al país de sombrero. La experiencia dejará cicatrices.

Será entonces obligación del peronismo estar a la altura una vez más de lo que pide la historia: levantar un país muerto, devolverle su salud y recuperar la dignidad de nuestros jubilados y trabajadores.

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