La verdadera ruta de la corrupción parece empezar a dibujarse recién ahora, bajo el gobierno que prometió arrasar con la “casta”. La hermana del presidente se empieza a quedar sin capacidad de respuesta ante la evidencia cada vez más notoria de sus actos espurios. Los audios de Spagnuolo generaron una crisis política sin precedentes para los Milei, cuando no queda nada para las elecciones de medio término.
Primero fue el caso Libra, cuando distintos empresarios señalaron a Karina Milei como la encargada de recibir las “valijas” de quienes querían tener acceso al Presidente en la intimidad de la Rosada o en sus viajes internacionales.
En los días finales de julio la Justicia norteamericana involucró a Karina como una pieza clave del entramado en Argentina. Es que la hermana del Javo recibió al trader norteamericano Hayden Davis en distintas ocasiones en la Casa Rosada antes de concretarse la estafa.
Aunque el oficialismo buscó relativizarlo y lo presentó como una acusación sin pruebas, el ruido quedó instalado: ¿era la hermana del presidente una mera funcionaria, o se había convertido en la verdadera tesorera del poder libertario?
La respuesta empezó a tomar forma con los audios filtrados de Diego Spagnuolo, titular de la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) y hombre de confianza de Milei. Allí, sin saber que lo grababan, describe un mecanismo de recaudación ilegal en la compra de medicamentos. Spagnuolo detalla que los laboratorios debían pagar hasta un 8 % de coima, canalizada a través de la droguería Suizo Argentina, para luego “subirla a Presidencia”. Y lo más explosivo: asegura que de ese total, Karina Milei se quedaba con un 3 %.
No es un chisme ni una versión de pasillo: es un funcionario del riñón libertario el que pone a la hermana del presidente en el corazón de una operatoria de recaudación que, según sus propios cálculos, podría mover entre 500.000 y 800.000 dólares mensuales.
La gravedad política del asunto es mayúscula. Porque Karina no es solo la hermana del presidente: es su sombra, su jefa de campaña eterna, la persona que decide quién entra y quién sale del círculo íntimo. Si ella cae bajo sospecha de corrupción, no se trata de un daño colateral: es el núcleo mismo del mileísmo el que implosiona.
El oficialismo podrá intentar relativizarlo, victimizarse o incluso montar teorías conspirativas. Pero los audios están ahí, y las acusaciones empiezan a acumularse. ¿Qué pasa si se confirma que la hermana del presidente encabezaba una red de recaudación ilegal? El impacto institucional sería devastador: el discurso de la “anticorrupción”, de la “casta saqueadora”, quedaría pulverizado en cuestión de días.
En otras épocas, un escándalo de estas dimensiones hubiera provocado renuncias inmediatas, investigaciones parlamentarias y pedidos de juicio político. Hoy, el interrogante es si la Argentina soportaría que, además de la crisis económica, el propio gobierno libertario quede entrampado en un esquema de corrupción estructural.
“Finalmente, la ruta del dinero K sí existía” —pero no en la década pasada, ni en los sótanos de la política tradicional— sino en el presente libertario, con una secretaria general de la Presidencia cada vez más complicada y un presidente que, lejos de estar blindado, podría quedar directamente salpicado.
El pedido de renuncia para Spagnuolo por parte del ejecutivo no hace más que acrecentar el escándalo porque ahora se espera que el ex funcionario hable para mejorar su situación y pueda involucrar así aún más a los destinatarios de las coimas.
La pregunta ya no es si Karina Milei está implicada. La pregunta es si, en un contexto de tamaña fragilidad económica de un modelo que sólo se sostiene con dólares ajenos, Javier Milei podrá sostenerse con legitimidad en el poder si se confirma que su persona más cercana no solo maneja la política, sino también las valijas del dinero sucio.