Un usuario de X reveló que el sitio del Correo Argentino, bajo control estatal, utiliza el nombre impuesto por el Reino Unido en lugar de “Malvinas Argentinas”. Una nueva muestra de entrega de soberanía en tiempos del gobierno de Javier Milei.

Una polémica sacude las redes y expone una vez más las consecuencias del alineamiento del gobierno de Javier Milei con los intereses anglosajones. El usuario @franmartintdf denunció en X que el Correo Argentino, empresa estatal bajo la órbita del Estado Nacional, figura a las Islas Malvinas como «Falklands» en su plataforma de seguimiento internacional.

“El Correo Argentino en su sitio web, en el seguimiento internacional, pone Falklands y no Malvinas. Empresa estatal argentina usando el nombre del ocupante. ¿Hasta cuándo van a seguir entregando soberanía?”, escribió @franmartintdf en un posteo que rápidamente se viralizó.

La denuncia despertó la indignación de miles de usuarios que no comprenden cómo una empresa estatal puede legitimar la denominación colonial británica, en lugar de sostener la histórica posición argentina de llamarlas Malvinas Argentinas, reconocida en la Constitución Nacional y sostenida por décadas de política exterior.

Esta situación se da en un contexto particularmente delicado. El gobierno de Javier Milei ha demostrado desde el inicio una actitud de alineamiento irrestricto con los Estados Unidos y el Reino Unido, al punto tal de haber prometido «entregar todo» por ganarse su favor.

Este escándalo no es un hecho aislado. Se suma a una serie de señales preocupantes sobre el retroceso de la política soberana argentina en cuestiones estratégicas. Hace pocos días, el propio presidente expresó públicamente su admiración por Margaret Thatcher, la responsable política del hundimiento del ARA General Belgrano, hecho que costó la vida a 323 argentinos durante la guerra de Malvinas.

El silencio oficial frente a este nuevo episodio es ensordecedor. Nadie del Correo Argentino ni del gobierno nacional salió a dar explicaciones sobre por qué, en un sitio de una empresa pública, las islas argentinas aparecen con el nombre con que las llama el ocupante británico.

En un país donde el reclamo por la soberanía de las Malvinas une transversalmente a la sociedad, estos gestos no pueden pasar desapercibidos. Cada vez que una institución argentina utiliza el nombre “Falklands”, se legitima la usurpación británica y se retrocede en la lucha por la recuperación de nuestras islas.

Una vez más, el gobierno de Milei elige el camino de la entrega. Esta vez, en uno de los símbolos más sensibles y profundos de nuestra historia: la soberanía sobre las Islas Malvinas.

Este episodio refleja un problema estructural en la política exterior del gobierno actual, que lejos de defender los intereses nacionales, parece subordinarse a las potencias anglosajonas. Fuentes cercanas a la diplomacia señalan que este tipo de acciones “debilitan la posición argentina en foros internacionales y dan un mensaje erróneo sobre el compromiso con la soberanía”.

En círculos oficiales consultados en off, reconocen que la decisión de utilizar el término “Falklands” en el Correo Argentino responde a una orden interna vinculada a acuerdos con proveedores internacionales, pero admiten que “se subestimó el impacto político y social que esta decisión tendría”. Este silencio inicial alimenta la percepción de desinterés y falta de sensibilidad hacia un reclamo que atraviesa la identidad nacional.

Por otro lado, analistas políticos coinciden en que el alineamiento del gobierno con potencias extranjeras afecta la credibilidad interna y externa de la gestión. “Cuando un gobierno muestra posturas ambivalentes o directamente contrarias a la soberanía nacional, pierde la confianza de sus bases y abre grietas en el frente político”, opinan desde la oposición.

Finalmente, una fuente de un organismo de derechos humanos expresó en off que “estas decisiones simbólicas, aunque parezcan menores, tienen un enorme impacto en la memoria colectiva y el respeto por quienes dieron su vida por defender la patria en Malvinas”. En ese sentido, la disputa no termina en la geografía, sino que se juega también en el terreno político y cultural.

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